viernes, 29 de enero de 2021

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No sé si exista algo parecido a la resignación

es una palabra enjaulada en la sólida consigna de que no hay que sufrir


Marinita, chuquiragüita de la montaña,

enarbolada mujer de canela, especias y azúcar.

Me gusta pensarte fuerte y valiente

yendo y viniendo del horno,

pisando la tierra que nos envuelve

y que también nos lastima.

Tus hijitos pescando en el Lago San Pablo,

mientras tú

les procurabas la carencia del hambre en sus estómagos,

amasando la harina que alimentaba a todo el pueblo.  

Eres luz del fogón del pan.

Trabaja y alimenta, trabaja y sobrevive, trabaja y ama

mientras los guambras se escapan para descumbambarse

porque no pueden soportar la espesura de tu ausencia.

Trabaja porque el dar vida a tus hijos es más importante que lo vital, vivir

trabaja y sufre porque tus guaguas se van a ver a Javier Solís a escondidas,

en 35 milímetros y con una funda de fritada en sus manos;

trabaja y vive porque les estás dando vida.

Trabaja abuelita, y sé fuerte

que tienes que enseñar a enfrentar la tristeza a tus hijas y nietas.

¿Te puedo agradecer? porque tu sufrimiento fue nuestra comida

de él aprendimos, de él nos aliméntanos, gracias por enseñarnos.   

La añoranza casi febril de la infancia,

nostalgia en el arrebolado lecho de la tarde

nosotras jugando en las maderas recién cortadas

y tú viéndonos, la felicidad se volvía infinita

nostalgia de ignorar el futuro

y de sentirse satisfecha con lo importante.

¿Te acuerdas cuando vivimos en Otavalo?

Los recuerdos son dolor

que se quedan oxidados bajo el sol del poniente.

Que absurdos me van a resultar los primeros de enero

me gustaban tanto.

El teléfono desangrándose por las noticias

y yo con el nudo en la garganta que aprieta como manos hostiles

Explotar de angustia es posible,

se quiebra el co-razón cual ramita seca.

Encontrar felicidad me resultó imposible

en el sendero de la distancia mohosa que me separa del calor.

Pero, no importa porque yo voy a ser tu guagua hasta la eternidad

y si es cierto que los dioses permiten los reencuentros

me vas a esperar con tu coladita morada y pancito de maíz.