jueves, 16 de enero de 2020

Concupiscencia




Después de varios años sin escribir visceralmente, de nuevo, ha nacido en mí las ganas de hacerlo. Escribir es una forma de expulsar por los dedos las más fantasmagóricas formas de sufrimiento que tenemos guardadas en los espacios más insólitos, dentro, profundo. Escribir es despegar los sentimientos del cuerpo, viajar por los cerritos con diferentes tonalidades de verde, esos de la nostalgia, y perderse entre la espesa neblina, que después de un baile descomunal de vida, entran de nuevo por tu nariz, años de vida, años de descubrimiento, años de arrepentimiento, años de pensarnos y construirnos como las maquinitas hirientes de la selva de cemento.

El acto de escribir es una penitencia que cumplimos, así vamos soltándonos de las telas de araña, nos vamos soltando de los hubiera, y que bueno sería llegar a soltarnos de los ojalá. Creo que mi vida siempre ha sido un telar de tristezas, y no me quejo, me gusta. Me gusta la sensación del nudo en la garganta, del arma punzante en el corazón, del río que fluye por las corneas, me gusta. Y me gusta sentarme frente a un teclado para que el nudo se desate, el arma entre profundo y el río seque momentáneamente.

Escribiendo, también, me vuelvo a encontrar, soy un alma triste, con espacios temporales para ignorarlo. Es mi esencia, sé que cuando escribo me vuelvo a encontrar. Sin escritura soy una humana con una vida sin mayor conflicto, despreocupada y centrada en objetivos “normales”, adaptándose a la sociedad enferma. Cuando retomo la escritura salgo de esa lógica, espeluznante cuando la pienso.

Quise matar mi escritura cuando pretendí venderla, la vendí a la academia, ratos se escabullía la subjetividad, sobre todo cuando almas tristes y fuera del margen me proponía que la academia y lo visceral se unan y hagan el amor. No te mate preciosa mía, solo te obsequié un calmante, te di pastillas y te encerré en una jaula, te oculté. Ahora te necesito, te trato como el objeto más preciado, como la mayor obsesión de mi vida, sí; te necesito, te quiero mía, pero también para las demás, yo no sé cuando sea necesario doparte nuevamente, perdona. Ahora te quiero aquí, tocando suavemente mis mejillas, acariciando con tus dedos pétalo mi cabello.



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