Después de varios años sin escribir visceralmente, de nuevo,
ha nacido en mí las ganas de hacerlo. Escribir es una forma de expulsar por los
dedos las más fantasmagóricas formas de sufrimiento que tenemos guardadas en
los espacios más insólitos, dentro, profundo. Escribir es despegar los sentimientos
del cuerpo, viajar por los cerritos con diferentes tonalidades de verde, esos
de la nostalgia, y perderse entre la espesa neblina, que después de un baile
descomunal de vida, entran de nuevo por tu nariz, años de vida, años de
descubrimiento, años de arrepentimiento, años de pensarnos y construirnos como
las maquinitas hirientes de la selva de cemento.
El acto de escribir es una penitencia que cumplimos, así vamos
soltándonos de las telas de araña, nos vamos soltando de los hubiera, y que
bueno sería llegar a soltarnos de los ojalá. Creo que mi vida siempre ha sido
un telar de tristezas, y no me quejo, me gusta. Me gusta la sensación del nudo
en la garganta, del arma punzante en el corazón, del río que fluye por las
corneas, me gusta. Y me gusta sentarme frente a un teclado para que el nudo se
desate, el arma entre profundo y el río seque momentáneamente.
Escribiendo, también, me vuelvo a encontrar, soy un alma
triste, con espacios temporales para ignorarlo. Es mi esencia, sé que cuando
escribo me vuelvo a encontrar. Sin escritura soy una humana con una vida sin mayor
conflicto, despreocupada y centrada en objetivos “normales”, adaptándose a la
sociedad enferma. Cuando retomo la escritura salgo de esa lógica, espeluznante
cuando la pienso.
Quise matar mi escritura cuando pretendí venderla, la vendí
a la academia, ratos se escabullía la subjetividad, sobre todo cuando almas
tristes y fuera del margen me proponía que la academia y lo visceral se unan y
hagan el amor. No te mate preciosa mía, solo te obsequié un calmante, te di
pastillas y te encerré en una jaula, te oculté. Ahora te necesito, te trato como
el objeto más preciado, como la mayor obsesión de mi vida, sí; te necesito, te
quiero mía, pero también para las demás, yo no sé cuando sea necesario doparte
nuevamente, perdona. Ahora te quiero aquí, tocando suavemente mis mejillas,
acariciando con tus dedos pétalo mi cabello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario