jueves, 16 de enero de 2020

Del aborto y otros demonios




El aborto mata bebés, son unas asesinas, si no quieres quedar embarazada usa condón, por calenturienta abriste las piernas ahora aguanta tienes que parir ese hijo, legalizar el aborto no concede libertades sino libertinajes, claro ahora puede acostarse con quien quiera y mañana ir a abortar, la biblia dice que abortar es pecado; estas son algunas de las frases que resuenan en la calle, en redes sociales, en las universidades, trabajos… en fin no hay espacio en el que no se hable del tema.

Se comenta acerca de él, se lo malinterpreta, se lo expone, se lo juzga, se lo pisotea, se trata de exorcizarlo con biblia y crucifijo en mano, se lo aplasta, se lo utiliza como palestra política del conservadurismo, así es manipulado y vilipendiado el tema de la legalización del aborto. Pero para salirnos de esa línea, debemos ser más profundos y empáticos, se debe analizar más allá de nuestras creencias. Entonces, este texto pretende aportar líneas estratégicas sobre el debate del aborto.
Primero, me atrevo con gran audacia a sentenciar lo siguiente: a ninguna mujer le gustaría abortar y creo, también, que nadie que este a favor de legalizar el aborto vea en él una práctica buena, fácil y saludable. Tampoco creo que una mujer que haya abortado quiera hacerlo de nuevo, así como creo que las mujeres que tienen una vida sexual activa no ven en el aborto un método anticonceptivo.

Las personas que estamos a favor de legalizar el aborto, y de nuevo permítanme atreverme, estamos convencidas que hay cosas peores que abortar. Por ejemplo, forzar a ser madre a una mujer que no quiere asumir una maternidad, permitir que una niña o mujer violada continúe con su embarazo, dejar indefensas a mujeres que por diversos motivos han decido abortar y para hacerlo, en sus casas, han introducido alambres en sus vaginas. Nosotras creemos que el aborto es una mierda, pero creemos que privar derechos a las mujeres es peor.

En segundo lugar, al aborto también lo atraviesa la lucha de clases, es inevitable. Salir viva de un aborto es privilegio de clase. Las mujeres con más recursos económicos pueden realizarse esta práctica en el extranjero, de manera segura. Las más pobres lo hacen en clínicas clandestinas, que generalmente no cumplen con estándares básicos de calidad, o lo que es peor, lo hacen introduciendo ganchos a sus vaginas. Nos guste o no esto ocurre con frecuencia, para enfrentarlo se exige aborto legal, segura y gratuito, para que no mueran más mujeres.

El siguiente punto tiene que ver con la “moda” feminista. He leído frecuentemente que el feminismo está en boga, y que el aborto es consecuencia de esta nueva oleada. Si bien la legalización del aborto es una de las luchas contemporánea de mujeres, a la cual están invitados todos a sumarse, no es una disputa nueva. El primer país en legalizar el aborto fue la Unión Soviética en 1920. Le siguen países como Cuba (1968), Estados Unidos (1973), Reino Unido (1967), Uruguay (2012), y más países que han logrado entender que los derechos están encima de lo metafísico. El feminismo contemporáneo no pide aborto legal, seguro y gratuito como método anticonceptivo, sino que lo pide entendiéndolo como un derecho de la mujer, un derecho que puede salvar miles de vidas.

A propósito de salvar vidas, cuando el aborto se legaliza las mujeres pueden acceder a él con un limitante del tiempo, en la mayor parte de países se lo puede realizar hasta la semana doce (12), y en casos extremos se estipula más tiempo. Genetistas, biólogos, médicos han realizado investigaciones, en las cuales se ha determinado que lo que distingue al ser humano es su corteza cerebral, la cual en el embrión de 12 semanas no está formada, razón por la que dentro de ese lapso el embrión no es un individuo biológico caracterizado, ni una persona, tampoco un ser humano. El embrión no tiene las condiciones que particularizan al ser humano, en virtud de que carece de las estructuras, las conexiones y las funciones nerviosas necesarias para ello y, desde luego, es incapaz de sufrir o de gozar. Biológicamente no puede considerársele un ser humano (Carpizo, 2016, p.5).

Las vidas que realmente se pierden son producto del aborto clandestino. Un estudio del Instituto Guttmacher encontró que la proporción de embarazos no deseados varía de región en región: América Latina y el Caribe (con un 56%) son las zonas más afectadas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 21 millones de mujeres a nivel mundial experimentan algún tipo de aborto clandestino o inseguro, a raíz de los cuales, más de 47 mil mujeres mueren cada año, principalmente en países en vías de desarrollo. En Ecuador, según los datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC)  desde 2004 hasta 2014, 431.614 mujeres tuvieron alguno de los siguientes tipos de abortos: espontáneo (9%), médico justificado (6%), o algún otro tipo de embarazo que terminó en aborto (85%). Cifras altas, las cuales muestran un problema social y de salud pública latente. No se puede determinar el número preciso de muertes, sin embargo, estas cifras son altas y deben llamar la atención de cualquier persona que se interese en el tema.

Como último punto, la legalización del aborto debe estar acompañada de educación sexual. En las escuelas y en los hogares debemos asumir un compromiso, hablar sobre sexo abierta, franca y claramente, dar a todos acceso a anticonceptivos, hacer fuertes campañas, debemos dejar la mojigatería y el curuchupismo de lado. La maternidad no puede ser vista como obligación o castigo, esta será deseada y consciente o no será. Todos tenemos que comprometernos a construir una sociedad y un mundo diferentes, en donde las mujeres seamos empoderadas y disidentes.

En este mundo, para deconstruirlo y repensarlo necesitamos mirar al otro. Como dice el subcomandante Marcos (s.a.), en su historia de las miradas, debemos aprender a mirar al otro, aprender que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo. Saber también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios. Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla […] aprender a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros (p.13)

Referencias:
Carpizo, J. (2016). La interrupción del embarazo antes de las doce semanas. Recuperado de: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2841/4.pdf
Subcomandante Insurgente Marcos. (s.a.). Los otros cuentos Relatos del Subcomandante Marcos. Recuperado de:  https://www.redchiapas.org/wp-content/uploads/los_otros_cuentos_version_601.pdf

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