miércoles, 29 de julio de 2020

lalarga






¿Cuántas veces más vas a gritar que el alma es un simple despojo de la austeridad del cuerpo?
Lo que poco se acaba y se funde con el miedo
estabas ahí, parado sobre el abismo, pidiendo auxilio de vos mismo
pero nadie te pudo salvar.
Ay, suquito de mierda, me habría gustado aprender a leerte
a interpretar tus poemas, tus palabras sonoras, tus palabras araña
la muerte era el destino, siempre lo es, pero ese transitar lo habríamos transmutado,
oxidándolo de sudor y tristeza.
Ahora que fluyes con todos y para todo, ahora que no te has muerto (ni por vos mismo)
solo hay un cascarón de lo que fuiste, el vacuo recuerdo de un novio poeta.
Me gusta pensarte desde lo que fuiste,
me gusta estallar frente a tu pecho cansado,
me gusta acordarme de la larga y revivirte,
me gusta pensar que te acuerdas y que vivo en esa que fui.
No sé definir lo vivido entre belleza y desidia, pero te recuerdo y me acerco a ella.

Pardenia

En estas épocas de muerte e ignorancia


hay quienes te obligan a darle marco teórico a la tristeza.


jueves, 16 de julio de 2020

Recuerdo de las notas escondidas




La banda sonora de la ignominia
y las cuerdas atadas a la razón
Toda la tarde bajo el sol y en el filo de tu pantalón
Escribí y me llené de odio, escribí y me vacié
Escribí para recordar, pero también para escuchar
en una habitación atrapada por el polvo, en un blog que nadie lee
desordenado de desidia acomoda las palabras.
Versos y melodías juegan conmigo
desde mi momento más primigenio
hasta el hastío de esta putrefacción profunda.
No quiero dejar de escuchar esta cancioncita cursi
quiero que trascienda y se vuelva polvo
así, que me acompañe en esta habitación sucia
que entre por mi nariz quebrantada de olores putrefactos
se instale en la profundidad y consuma de los recuerdos.

domingo, 19 de enero de 2020

Subversión de Joaquín, el intelectual orgánico




Es común encontrar en las librerías que los “best seller” son de autoayuda o son libros que cuentan historias fantásticas de magos y vampiros adolescentes, todos ellos de autores extranjeros. Al ver este fenómeno, suelo preguntarme ¿por qué ocurre este suceso, por qué no se lee literatura ecuatoriana? Según Carlos Arcos Cabrera (2005), la literatura ecuatoriana se encuentra en el olvido porque ni los medios de comunicación, ni la educación le han dado el espacio que se merece. En las instituciones educativas se sigue leyendo Huasipungo (novela ecuatoriana), desgarradora y necesaria obra, fundamental para entender a nuestro país desde la historia, sin embargo, no única para tratar de entender al país de los 1930, que lastimosamente, sigue siendo el país de los 2020. Además, el papel de la escuela como formador de lectores es nulo, profesores que no leen, tratan de incentivar a la lectura a sus estudiantes.  

Es muy popular la frase “la literatura te abre puertas a nuevos mundos”, la cual es muy cierta, pero ¿qué ocurre con la literatura que te abre los ojos a este mundo desangrado, injusto y violento? ¿la valoramos de igual manera que la literatura fantástica? ¿o no le prestamos atención porque esta literatura es chocante, es como un temblor, como el fuego al que muchos tememos?


Tratando de acercarme a una respuesta a la pregunta anterior, creo que no leemos (también) por miedo a la realidad. Jorge Enrique Adoum sentenciaba: “todos tenemos las piernas más o menos rotas por la comodidad, atadas por la costumbre, deformadas por el temor, inválidas por la complicidad con un sistema que rechazamos en nuestros momentos de lucidez, pero al que nos sometemos cada día” (2015, p.310). A pesar de saber que las cosas no marchan bien, nos acomodamos plácidamente en nuestra complacencia.




En nuestra historia hombres y mujeres han roto con esta sentencia, los obreros de las palabras. El ejercicio de ser obrero de las palabras es, sin duda, una de las mayores satisfacciones que un ser humano puede tener. Tomar cada una de esas palabras y darles sentido es un trabajo titánico, y más loable aún, cuando ese sentido viene cargado de consciencia de clase, cuando estas creaciones textuales sacan a la luz la realidad oculta, esa realidad que nos negamos a ver por nuestra ceguera selectiva a todo lo que nos sacuda de nuestro grande, placentero y viejo letargo.

Ellos son los intelectuales orgánicos[1], comprometidos, con consciencia social, que son escasos en nuestros tiempos, pero imprescindibles; y es que resulta mucho más cómodo estar sentado en un café o detrás de un escritorio escribiendo sobre temas que nunca se ha tocado vivido, se ha sufrido: pobreza, miseria, injusticia, etc. Pero ellos, los cómodos, nunca tendrán la suma tranquilidad de que su trabajo está completo, su empacho por comodidad siempre les recordará que hay algo que les faltó hacer y siempre mirarán para atrás, incómodos por todo el peso de la historia que no quisieron asumir.

Un intelectual orgánico que removió la literatura y el pensamiento político ecuatoriano fue Joaquín Gallegos Lara, nació con los pies deformes y nunca fue a la escuela, todo lo que él aprendió lo hizo al ser autodidacta. Vivió la masacre de los obreros, aquel fatídico 15 de noviembre de 1922. Militó activamente en el Partido Comunista del Ecuador, donde conoció a Nela Martínez, la que fuera su esposa.  


Jorge Enrique Adoum lo recuerda desde la militancia de esta forma, como un crítico de su partido, de sus camaradas:
Joaquín era el delincuente, porque opuso su certeza ideológica y su tenaz honestidad revolucionaria a la infantil creencia de que por un acuerdo tácito entre las partes podría suspenderse ante la guerra antifascista la lucha de clases. Entonces lo dejaron solo, porque iba contra la "línea" y se trató de hacer que nos apartáramos del renegado: pocos fuimos los que, tal vez, por nuestra juventud, no le tuvimos miedo a la lepra de la verdad que, desgraciadamente, no es muy contagiosa (2015, p. 307-308).
Y fue gracias a su visión amplia sobre la militancia y los acontecimientos políticos que lo llevo a escribir obras literarias de gran calibre: Las cruces sobre el agua y Los que se van, un libro que compartiría con otros grandes autores políticos de izquierda como Demetrio Aguilera Malta y Enrique Gil Gilbert.



Precisamente es imprescindible hablar de este último libro, ya que resulta una obra clave para la literatura ecuatoriana. Es una obra que hace una auténtica revolución, pues da inicio al realismo social ecuatoriano. Este se centra en la defensa y visibilización de los pueblos, hasta ese entonces, marginados en Ecuador, les da voz propia y rompe con las estructuras propias de la literatura clásica.
Los que se van representa la irrupción del realismo y la tarea finalmente asumida por parte de los escritores de representar fielmente y criticar con agudeza el medio social injusto del país. Su carácter fundacional, por lo tanto, está dado por su valor literario diferencial y potencial social crítico (Gómez, 2013, p.533).

La obra recoge muy buenas críticas provenientes de intelectuales reconocidos ecuatorianos, así se expresa Miguel Donoso Pareja del libro: “Los tres de los que se van descolonizaban la lengua, la liberaban, y liberan también el tratamiento de lo sexual (…) llamaron pues, al pan pan y al vino vino. Nada de eufemismos” (1984, p. 77)       
Para situar el potencial de este libro debemos recurrir a una cita textual de él. Concretamente de uno de los cuentos de Joaquín Gallegos Lara, en el cual encontramos un relato desafiante sobre una pareja, el esposo mata al amante de la esposa, llega a la casa y entablan un encuentro sexual que ella nunca olvidaría:
Empujó la puerta junta…buscaba a tientas. Teniendo cuidado de no hacer ruido al pisar las cañas del piso.
Al fin llegó a la tarima donde dormían.
Tanteó encima. Ella estaba virada de lado. Para la pared. Tapada hasta la cintura con una frazada. En su mano topó la tersura de la nuca, se tendió a su lado, a lo lardo de ella, con la boca junto a su oído.
-        Chabela.
-        ¿Eres vos, Chombo? Mi has asustao…
Pasó su brazo bajo el cuerpo de ella. Le cogió por dentro de la camisa los senos en las palmas de las manos.
-        Aguajda- dijo ella quitando la frazada i dándole los labios al ponerse sobre la espalda.
Preguntaba:
-        ¿Cómo has llegao?
-        Dende que vendí la fruta
-        Mi había quedao dormida. Jué con vaciante ¿no?
El movimiento hacía sonar el piso. Las mentes se apagan de placer.
-        ¿Acabaste, mijito?
Le habló él sordamente. Estando aún enlazadas sus carnes desnudas.
-        Oye, Chabela… Voj eres una puta. Pior que una perra. Pero te quiero muchísimo. Por vos mei desgraciao… Por vos hei matao a Juan… Ar que me robaba esto…
La sintió saltar como lisa en atarraya. Al choque se desprendió el lazo de carne que los unía. El aliento caliente de ella se le vertió en la cara.

En definitiva, esta forma de escritura y el contenido de la misma fue subversiva para la época y destapó las problemáticas de los pueblos cholos y montubios. Por esta razón Joaquín Gallegos Lara y los escritores que lo acompañan son revolucionarios, intelectuales orgánicos, que aprendieron que el compromiso va de la mano con la militancia y el conocimiento. Joaquín gracias por brindarnos tu lucha a través de las palabras.







[1]Los intelectuales orgánicos no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas, sino más bien 'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las masas no pueden articular por sí mismas. ¿a qué apunta el intelectual orgánico? Gramsci responde “[…] a buscar la relación entre la organización y las masas como una relación entre educadores y educados, que se invierte dinámicamente al papel de los intelectuales -en el seno del intelectual orgánico, la conquista y transformación de los aparatos del Estado- para crear las condiciones de esa nueva hegemonía y la transformación de la sociedad civil”.
La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que mantiene con el grupo social al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las ideologías necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de las grandes masas de la población a las decisiones del grupo social dominante – que en la sociedad política o estado, donde se ejercita el “dominio directo o de mando que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como “los apostadores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político”.



Referencias:          
Aguilera Malta, D., Gallegos Lara, J. y Gil Gilbert, E. (2016). Los que se van. Quito, Ecuador: Ariel.

Adoum, J. E. (2015). Entre Marx y una mujer desnuda. Bogotá, Colombia: Penguin Random House.

Arcos, C. (2005). La literatura invisible II. El búho, 3(13), 1-7. Recuperado de: http://www.flacso.org.ec/docs/literatura.pdf

Donoso Pareja, Miguel (1984). Los grandes de la década del 30. Quito, Ecuador: El Conejo.

jueves, 16 de enero de 2020

Del aborto y otros demonios




El aborto mata bebés, son unas asesinas, si no quieres quedar embarazada usa condón, por calenturienta abriste las piernas ahora aguanta tienes que parir ese hijo, legalizar el aborto no concede libertades sino libertinajes, claro ahora puede acostarse con quien quiera y mañana ir a abortar, la biblia dice que abortar es pecado; estas son algunas de las frases que resuenan en la calle, en redes sociales, en las universidades, trabajos… en fin no hay espacio en el que no se hable del tema.

Se comenta acerca de él, se lo malinterpreta, se lo expone, se lo juzga, se lo pisotea, se trata de exorcizarlo con biblia y crucifijo en mano, se lo aplasta, se lo utiliza como palestra política del conservadurismo, así es manipulado y vilipendiado el tema de la legalización del aborto. Pero para salirnos de esa línea, debemos ser más profundos y empáticos, se debe analizar más allá de nuestras creencias. Entonces, este texto pretende aportar líneas estratégicas sobre el debate del aborto.
Primero, me atrevo con gran audacia a sentenciar lo siguiente: a ninguna mujer le gustaría abortar y creo, también, que nadie que este a favor de legalizar el aborto vea en él una práctica buena, fácil y saludable. Tampoco creo que una mujer que haya abortado quiera hacerlo de nuevo, así como creo que las mujeres que tienen una vida sexual activa no ven en el aborto un método anticonceptivo.

Las personas que estamos a favor de legalizar el aborto, y de nuevo permítanme atreverme, estamos convencidas que hay cosas peores que abortar. Por ejemplo, forzar a ser madre a una mujer que no quiere asumir una maternidad, permitir que una niña o mujer violada continúe con su embarazo, dejar indefensas a mujeres que por diversos motivos han decido abortar y para hacerlo, en sus casas, han introducido alambres en sus vaginas. Nosotras creemos que el aborto es una mierda, pero creemos que privar derechos a las mujeres es peor.

En segundo lugar, al aborto también lo atraviesa la lucha de clases, es inevitable. Salir viva de un aborto es privilegio de clase. Las mujeres con más recursos económicos pueden realizarse esta práctica en el extranjero, de manera segura. Las más pobres lo hacen en clínicas clandestinas, que generalmente no cumplen con estándares básicos de calidad, o lo que es peor, lo hacen introduciendo ganchos a sus vaginas. Nos guste o no esto ocurre con frecuencia, para enfrentarlo se exige aborto legal, segura y gratuito, para que no mueran más mujeres.

El siguiente punto tiene que ver con la “moda” feminista. He leído frecuentemente que el feminismo está en boga, y que el aborto es consecuencia de esta nueva oleada. Si bien la legalización del aborto es una de las luchas contemporánea de mujeres, a la cual están invitados todos a sumarse, no es una disputa nueva. El primer país en legalizar el aborto fue la Unión Soviética en 1920. Le siguen países como Cuba (1968), Estados Unidos (1973), Reino Unido (1967), Uruguay (2012), y más países que han logrado entender que los derechos están encima de lo metafísico. El feminismo contemporáneo no pide aborto legal, seguro y gratuito como método anticonceptivo, sino que lo pide entendiéndolo como un derecho de la mujer, un derecho que puede salvar miles de vidas.

A propósito de salvar vidas, cuando el aborto se legaliza las mujeres pueden acceder a él con un limitante del tiempo, en la mayor parte de países se lo puede realizar hasta la semana doce (12), y en casos extremos se estipula más tiempo. Genetistas, biólogos, médicos han realizado investigaciones, en las cuales se ha determinado que lo que distingue al ser humano es su corteza cerebral, la cual en el embrión de 12 semanas no está formada, razón por la que dentro de ese lapso el embrión no es un individuo biológico caracterizado, ni una persona, tampoco un ser humano. El embrión no tiene las condiciones que particularizan al ser humano, en virtud de que carece de las estructuras, las conexiones y las funciones nerviosas necesarias para ello y, desde luego, es incapaz de sufrir o de gozar. Biológicamente no puede considerársele un ser humano (Carpizo, 2016, p.5).

Las vidas que realmente se pierden son producto del aborto clandestino. Un estudio del Instituto Guttmacher encontró que la proporción de embarazos no deseados varía de región en región: América Latina y el Caribe (con un 56%) son las zonas más afectadas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 21 millones de mujeres a nivel mundial experimentan algún tipo de aborto clandestino o inseguro, a raíz de los cuales, más de 47 mil mujeres mueren cada año, principalmente en países en vías de desarrollo. En Ecuador, según los datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC)  desde 2004 hasta 2014, 431.614 mujeres tuvieron alguno de los siguientes tipos de abortos: espontáneo (9%), médico justificado (6%), o algún otro tipo de embarazo que terminó en aborto (85%). Cifras altas, las cuales muestran un problema social y de salud pública latente. No se puede determinar el número preciso de muertes, sin embargo, estas cifras son altas y deben llamar la atención de cualquier persona que se interese en el tema.

Como último punto, la legalización del aborto debe estar acompañada de educación sexual. En las escuelas y en los hogares debemos asumir un compromiso, hablar sobre sexo abierta, franca y claramente, dar a todos acceso a anticonceptivos, hacer fuertes campañas, debemos dejar la mojigatería y el curuchupismo de lado. La maternidad no puede ser vista como obligación o castigo, esta será deseada y consciente o no será. Todos tenemos que comprometernos a construir una sociedad y un mundo diferentes, en donde las mujeres seamos empoderadas y disidentes.

En este mundo, para deconstruirlo y repensarlo necesitamos mirar al otro. Como dice el subcomandante Marcos (s.a.), en su historia de las miradas, debemos aprender a mirar al otro, aprender que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo. Saber también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios. Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla […] aprender a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros (p.13)

Referencias:
Carpizo, J. (2016). La interrupción del embarazo antes de las doce semanas. Recuperado de: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2841/4.pdf
Subcomandante Insurgente Marcos. (s.a.). Los otros cuentos Relatos del Subcomandante Marcos. Recuperado de:  https://www.redchiapas.org/wp-content/uploads/los_otros_cuentos_version_601.pdf

Concupiscencia




Después de varios años sin escribir visceralmente, de nuevo, ha nacido en mí las ganas de hacerlo. Escribir es una forma de expulsar por los dedos las más fantasmagóricas formas de sufrimiento que tenemos guardadas en los espacios más insólitos, dentro, profundo. Escribir es despegar los sentimientos del cuerpo, viajar por los cerritos con diferentes tonalidades de verde, esos de la nostalgia, y perderse entre la espesa neblina, que después de un baile descomunal de vida, entran de nuevo por tu nariz, años de vida, años de descubrimiento, años de arrepentimiento, años de pensarnos y construirnos como las maquinitas hirientes de la selva de cemento.

El acto de escribir es una penitencia que cumplimos, así vamos soltándonos de las telas de araña, nos vamos soltando de los hubiera, y que bueno sería llegar a soltarnos de los ojalá. Creo que mi vida siempre ha sido un telar de tristezas, y no me quejo, me gusta. Me gusta la sensación del nudo en la garganta, del arma punzante en el corazón, del río que fluye por las corneas, me gusta. Y me gusta sentarme frente a un teclado para que el nudo se desate, el arma entre profundo y el río seque momentáneamente.

Escribiendo, también, me vuelvo a encontrar, soy un alma triste, con espacios temporales para ignorarlo. Es mi esencia, sé que cuando escribo me vuelvo a encontrar. Sin escritura soy una humana con una vida sin mayor conflicto, despreocupada y centrada en objetivos “normales”, adaptándose a la sociedad enferma. Cuando retomo la escritura salgo de esa lógica, espeluznante cuando la pienso.

Quise matar mi escritura cuando pretendí venderla, la vendí a la academia, ratos se escabullía la subjetividad, sobre todo cuando almas tristes y fuera del margen me proponía que la academia y lo visceral se unan y hagan el amor. No te mate preciosa mía, solo te obsequié un calmante, te di pastillas y te encerré en una jaula, te oculté. Ahora te necesito, te trato como el objeto más preciado, como la mayor obsesión de mi vida, sí; te necesito, te quiero mía, pero también para las demás, yo no sé cuando sea necesario doparte nuevamente, perdona. Ahora te quiero aquí, tocando suavemente mis mejillas, acariciando con tus dedos pétalo mi cabello.